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martes, 23 de julio de 2013

Gafudo

Yo no sé si M. será zurdo, torpe, manitas, inútil para las mates, cabezota o bueno en los deportes.
Lo que sí sé a ciencia cierta – a no ser que venga la genética y me haga una pedorreta-, es que M. va a ser miope. Si todo sigue su curso normal, no va a ver lo que se dice ni tres en un burro. El padre tiene su dioptría y pico en cada ojo, y yo soy una cegata de las de denominación de origen: cuatro y cinco dioptrías se asientan desde hace muuuchos años en mis ojos.
Recuerdo perfectamente cuándo esta ceguera pasó a ser un hecho: con mi hermano jugábamos en el coche a ver quién decía primero los kilómetros que faltaban para llegar al destino que fuera: al pueblo, a la oficina de mi padre, a la tienda de mi madre, a Zaragoza. Yo siempre perdía, hasta que alguien (no sé si mi padre o mi madre) se percató de que no era porque fuera imbécil y no supiera cuáles eran los carteles en los que se indicaban los kilómetros, si no porque no veía nada de nada.
Así que con el diagnóstico casero -esta niña necesita gafas- en el bolsillo, nos fuimos los cinco a la óptica, donde corroboraron lo que mis padres ya sabían y me vendieron mis primeros lupos (en una familia de miopes se crea una jerga bastante graciosa): unas gafas de metal redondas que me hacían todavía más cara de pan.  Y así fue como comenzó mi andadura en este mundo de los miopes.
El caso es que yo creo que M. algo se huele porque tiene auténtico vicio con las gafas. Desde bien pequeñín se las queda mirando fijamente con el ceño un poco fruncido, pero es que ahora ha pasado a la acción: no sé cómo lo hace para que parezca que no te las va a pillar, pero en el momento en el que te descuidas….¡zas!, ha echado mano de las gafas y las exhibe con ademán triunfal en lo alto. Yo, que sin gafas es que ni oigo, comienzo a intentar recuperarlas, mientras el colega se las cambia de mano, abre y cierra las patillas y las mira embobado con una sonrisa que -intuyo- se le sale de la cara.
Y yo le miro como puedo, intentando enfocar, y le digo: tú ríete, jodío, ríete, que verás tú la gracieta que te va a hacer cuando te las esconda yo a ti. 


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