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sábado, 27 de abril de 2013

Esos días

Esos días. Esos días que empiezan entre las seis y las siete  de la mañana y terminan a las diez de la noche. Esos días en los que los únicos ratos que el enano no está en brazos son los pocos de las pocas y cortas siestas que hace. Esos días en los que te duchas a la una de la tarde. En los que coincide que el papá no está. En los que te habías planteado darle un buen empujón al próximo examen y no puedes ni abrir el manual. Esos días en los que no hay consuelo para el llanto, más que los brazos. Ni manta, ni sofá, ni hamaca, ni suelo…como mucho el fular. Esos días en los que se te parte la espalda. Que se hacen tan largos que cuando miras la hora y todavía son las tres, no sabes cómo vas a hacer para llegar a las 8 y meterle en la bañera y se te escapan las lágrimas. En los que los minutos se estiran mientras M. llora porque me he sentado un minuto a resetear porque ya no puedo más con sus ocho kilotes de una cadera a otra. En los que por fin llega la hora del baño y tampoco quiere, y lo enjabonas como puedes mientras no deja de llorar y lo vistes como puedes mientras se retuerce como un bichejo endemoniado. En los que los cereales se estampan en la mesa porque también come llorando. En los que desistes y le intentas dormir y tras cuarenta minutos lo consigues. Esos días en los que aparece a última hora el papá y te derrumbas. En los que agotada le miras dormir y te enamoras otra vez del diablillo, de su olor, de su manera de decir te necesito, no me sueltes, no me dejes solo…
Esos días en los que aun con todo, a última hora antes de dormir, todavía sonríes pensando pero cómo puede ser tan bonito el cabroncete.
Esos días.

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